Contaduría de momentos
Y yo me preguntaba si él con quien por accidente había intercambiado miradas, de esas que dan suficiente tiempo para percatarte de que el otro que te mira también está vivo, lo había sentido… pues no, parece no molestarle, porque empuña el arma con tal orgullo y pavoneo que hasta lo adorna. Yo ya avisaba mi muerte. En realidad, creo que lloraba porque no había podido ver nada en esos ojos, por eso sabía que moriría. Creo que la vida es así: sin planes divinos, ni karmas, ni números de la suerte. No creo en un plan divino, siempre me ha gustado jugar a la ruleta, supongo que por eso estoy aquí y debo aclarar que me arrepiento porque jamás defendí mis ideales. No estudié en la escuela de artes porque papá quería que fuera contador ya que en esos entonces era de las carreras mejor remuneradas, y fui contador, y fui infeliz todos los días de mi vida, y me casé con Martita, aunque jamás nos amamos y estuve donde no quise estar y platiqué con las personas que no quería platicar, e hice lo que no quería hacer y fui quien nunca quise ser ¿y todo esto en el afán de construirme una vida perfecta? Invertí mi tiempo a fondo perdido… pensándolo bien no está tan mal esto del juicio final, por no llamarlo muerte porque la verdad la palabra me asusta, de todos modos ni lo estaba disfrutando.